A finales de la década de 1850 y principios de 1860 era común que los botánicos y viticultores trajeran para Europa vides nativas norteamericanas. No tenían consciencia de que, en muchos casos, estas vides americanas traían con ellas pequeños ácaros amarillos que se alimentaban de sus raíces, chupando la savia. Las vides americanas estaban acostumbradas al ataque de estos parásitos casi invisibles y habían desarrollado formas de sobrevivir a ellos. Sin embargo, las vides europeas carecían de todo tipo de defensas. Los ácaros perforaban las raíces de la vid, causando inflamaciones tuberosas hasta que la raíz estaba tan deformada que no podía absorber agua ni nutrientes del suelo. Hambrientas y sedientas, las vides se secaban y morían. El primer ataque significativo ocurrió en el sur del Ródano, en Francia, en 1862. A partir de ahí, la plaga se extendió rápidamente a otras partes del país causando la devastación generalizada de las viñas. Cuando la causa fue finalmente identificada, el destructivo insecto recibió el nombre de Phylloxera vastatrix (que significa "devastador de la hoja seca”). Se cree que la filoxera llegó al valle del Douro en 1868. En primer lugar, atacó la zona este de la región, origen de los mejores vinos de Oporto, y hacia 1872, había arrasado muchas propiedades de vino de Oporto famosas. Los rendimientos cayeron drásticamente, causando escasez de vino y aumento de precios. Uno de los defensores más enérgicos de la lucha contra la filoxera fue John Fladgate, uno de los socios de Taylor´s. Viajó a Francia para averiguar de qué forma la filoxera se estaba combatiendo allí y en 1872 publicó sus hallazgos en una carta abierta a los agricultores del Douro. Más tarde recibiría el título de Barón de Roêda por su trabajo. Sin embargo, llevó algún tiempo encontrar la solución. La solución estaba en injertar las vides viníferas europeas en las raíces de variedades americanas nativas, que eran resistentes a la filoxera. Esta medida puso fin a la destrucción.